Pasaje del mundo analógico al digital

Pasaje del mundo analógico al digital

 Cada día el mundo asiste a una innovación que repercute en todos los órdenes del mercado. La globalización de la economía ha permitido que esos avances se transmitan en tiempo real en todos los rincones del mapa y no hay nicho de la industria que esté fuera del alcance de su influencia. Si frente al ambiente comercial en que nos movemos, esas novedades no han traído ya cambios en su propio negocio, usted está sufriendo el síndrome de la rana hervida.
Había una vez una ranita a la que pusieron a nadar en un tanque lleno de agua fría.
El tanque estaba montado sobre un pequeño mechero de gas, con el fuego prendido.
La rana, contentísima, nadaba arriba y abajo, hacía círculos en la superficie el agua, y a medida que el agua se entibiaba, la ranita más contenta se encontraba, y nadaba con mas brío, hasta que el agua terminó calentándose de a poco, ella se sentía calentita y adormecida, hasta que el agua comenzó a hervir... y la rana, finalmente, murió hervida.
Si en las actuales circunstancias en que lo digital da paso a lo analógico usted aún no cambió su manera de ver y actuar para estar en consonancia con los tiempos que corren, la pregunta es: ¿qué espera?
Si se acostumbra a no cambiar, a ir detrás de las modificaciones en vez de adelantarse a ellas y comenzar a aggiornar su empresa, usted corre el peligro de terminar como la ranita de nuestro cuento.
La gran duda es saber qué les pasó a esos empresarios que se quedaron flotando a la deriva o paralizados por no poder cambiar acorde al paradigma de nuestro tiempo.

Fallos de sistema
Para comenzar, tratemos de comprender dónde y cómo está parado en la vida este empresario, que para facilitar conceptos, llamaremos Osvaldo. Debemos analizar el comportamiento de Osvaldo, no sólo cuál es su trayectoria personal, sino cuánto es su interés actual por la empresa y qué posibilidades le depara este desafío de cambio.
Recordemos que hay personas que eligieron mal, o determinados acontecimientos los llevaron a estar al frente de una empresa, por ejemplo a través de sucesiones o herencias, aunque realmente no estén capacitados para ser empresarios.
Es imprescindible para un empresario poder comprender con cierta exactitud cómo nacen los cambios, y por consiguiente, cómo adaptarse a aquellos que influirán directamente en su propia empresa y en el comportamiento de la clientela. Sin embargo, cuando un empresario trabaja y piensa como un obrero y espera pasivamente llegar a fin de mes para saber cuánto ganó, no puede o no sabe delegar, en realidad no es un empresario de verdad. A lo sumo será el dueño una empresa.
Vivimos tiempos de anticipación y prevención. No tenemos margen para apagar incendios de hechos consumados. Por eso, tratemos de analizar las dificultades de las personas, que son quienes no pueden manejar su empresa, son quienes no pueden predecir y acompañar el cambio sin quedar paralizados, son quienes toman decisiones apresuradas desde la intuición, o culpan a diestra y siniestra por sus desventuras, no sólo a la situación del país, sino a personas con las que se relaciona, especialmente en el ámbito de los negocios.
Si por necesidad o por casualidad alguien debe salir a vender su mercancía desde un rol de empleado de sí mismo y acumula logros, también va a crecer proporcionalmente su necesidad de comprar mejor y vender más. Si encima es ambicioso, buscará crecer lo más rápido posible, por lo tanto lo más probable es que no pueda con todo, porque el tiempo es finito.
Entonces debe resolver mediante la delegación de determinadas funciones. Desde la administración a la elección de vendedores u otros empleados de distintas categorías.
De esta manera, el emprendedor pasa a convertirse en un empresario que realmente ha armado una empresa. La empresa, en rigor, comienza a trascender al empresario, a tener vida propia, aunque siempre de la mano del fundador porque, como dice el axioma, el ojo del amo engorda al ganado.

Modelos para armar
Ahora volvamos a los Osvaldos. Hay un prototipo de Osvaldo que trabajó en relación de dependencia y lo despidieron con mucho dinero, al que él consideró, no su reserva, sino su capital. Con este "capital" decidió armar una empresa, pero su falta de mirada estratégica, la que en general siempre criticó y denigró en los conductores de su anterior empleo, hará que no comprenda nada de las reglas de juego del comercio, o de los negocios propiamente dichos.
Buscará entonces consultores o algún coach que le enseñe "desde afuera" cómo se maneja un negocio, pero por supuesto estos consejos no le servirán de nada, porque serán consejos comerciales sin tener en cuenta a la persona. Como un traumatólogo que observa la vida desde una rodilla, sin tener en cuenta el resto del cuerpo de su paciente.
También existe otro modelo de Osvaldo, un ex alto ejecutivo o un gerente de banco, que observó cómo se enriquecían los clientes de la empresa de donde fue apartado.
La envidia y la competencia no lo dejan pensar y, en vez de empezar de cero, va directo a la acción y compra una empresa armada.
Por supuesto que desde su mirada de empleado en relación de dependencia no puede mágicamente armarse como un real y verdadero dueño de empresa. En una palabra, este Osvaldo tampoco entiende nada.
Por último, tenemos al Osvaldo hijo, su padre armó la empresa pero luego fallece y la dirección de la empresa cae en sus manos. Muchas veces hemos descripto a este tipo de herederos, que no son los sucesores porque no trabajan en su propio sueño, sino que tratan de continuar el legado de su padre.
Este Osvaldo tiene la suerte de contar con capital, que le es propio por herencia, pero no sabe relacionarse ni con los proveedores, ni con los clientes ni con su propio personal.
En suma, dirige una cáscara donde hay muchas personas, pero vacía de contenidos.
Si estas personas comprendiesen primero que están en problemas y ante un peligro real de quiebre, podrán adaptarse a las nuevas reglas del juego, o seguirán siendo analógicos. O sea, semejantes, parecidos, similares, idénticos, afines a la dificultad de almacenar, manipular, comparar, calcular y recuperar información con exactitud cuando esta ha sido guardada. Porque en vez de buscar soluciones, se encaprichan, o no pueden escuchar, o no pueden dejarse ayudar.
Porque esos Osvaldos son los motores de las empresas y la palabra motor significa movimiento. Pero si comprenden su situación, podrán buscar la solución a su parálisis, no desde el punto de vista de limpiar y desabollar simplemente la carrocería, sino rectificando el motor. Si ellos no funcionan como motores poniéndose en movimiento, llegarán a la parálisis personal y la de sus empresas.

No olvidemos que dentro del empresario que fracasa o está a punto de hacerlo, hay una persona. Una persona con sus certidumbres, sus dudas e inseguridades y sus errores. Sólo si toma conciencia de sus dificultades es posible que salga adelante a través de la ayuda.
Para ello está el Mentor, cuya función es llegar desde lo más profundo a la superficie, entender los motivos inconscientes que llevan al individuo a fallar, a no medir las consecuencias, a no responsabilizarse. Para ayudarle a comprender, ponerlo todo en el aquí y ahora, en un estado de toma de conciencia, y a partir de ahí, trabajar.
Trabajar por dentro de la persona, sin dejar de cambiar el sistema de relaciones que lo perjudican, para lograr que deje el lugar de analógico, seguir siendo siempre el mismo, y darle la posibilidad de rearmar su destino.