Robert Solomon, el gran filósofo de la empresa

Robert Solomon, el gran filósofo de la empresa

Nacido en Detroit en 1947, Robert C. Solomon es mundialmente reconocido por sus reflexiones filosóficas aplicadas al mundo empresarial. Si bien cursó estudios de grado en biología, Solomon reorientó su carrera hacia la filosofía, cursando un master y un doctorado en la Universidad de Michigan.

Tras sus estudios, emprendió una exitosa trayectoria académica en distintas cátedras universitarias de Princeton, UCLA y la Universidad de Texas, donde se desempeñó como profesor de filosofía y negocios hasta su muerte, el 2 de enero de 2007.

La celebridad en el ambiente empresarial llegó de la mano del libro Ethics and Excellence. Cooperation and Integrity in Business (1992), donde Solomon expone sus conceptos filosóficos aplicados al mundo de los negocios. Veamos algunas de sus reflexiones clave...

El directivo en sentido aristotélico

Una empresa no es una casa ni un Estado. Sin embargo, el hombre que la compone es el mismo. Por lo tanto, Solomon concibe a la empresa como una comunidad política en el sentido aristotélico, es decir, una comunidad de fines compartidos.

Así, para Solomon, el empresario es un político en el sentido clásico: un hombre con sabiduría práctica que pretende conducir a su comunidad empresarial hacia su bien común. Y, al igual que el político, el empresario necesita descubrir y fomentar las coincidencias compartidas por los miembros de la organización.

La dirección como síntesis
Según Solomon, dirigir es sintetizar o integrar acertadamente una pluralidad de fines y datos.

En su trabajo cotidiano, el directivo utiliza datos de diversa naturaleza: aspectos técnicos, psicológicos, sociológicos, éticos, etc. Por lo tanto, para ser efectivo en la toma de decisiones, el dirigente debe contar con una visión integradora que le permita conciliar los múltiples aspectos que intervienen en el mundo de la empresa.

Los negocios como práctica
Una idea central del pensamiento de Solomon se resume en "los negocios como práctica", donde la prudencia (o sabiduría práctica) debe ser la facultad que oriente las acciones del dirigente.

En este sentido, Solomon es un gran defensor de los "estudios de casos" como método para enseñar negocios. La clave de la "ciencia de la administración" consiste en encontrar una descripción realista del carácter peculiar de las personas envueltas en el problema. No se debe olvidar que los negocios son relaciones entre personas, no de personas con objetos.

Las virtudes cardinales del empresario
Para Solomon, el empresario cumple con una función noble dentro de la sociedad porque contribuye a la satisfacción de las necesidades. El profesionalismo del empresario, señalaba, consiste en brindar un servicio a cambio de una compensación, no a causa de la compensación.

Finalmente, advierte este especialista, para que una empresa funcione correctamente, es necesario que directivos y colaboradores cuenten con las virtudes que forman el buen carácter.

Y las virtudes aristotélicas brindan un buen punto de partida para evaluar las características que debe poseer el empresario: coraje, moderación, amistad, generosidad, magnificencia, honestidad, imparcialidad, confianza, constancia, justicia, honor, lealtad, sinceridad, espíritu cooperativo, tacto, razonabilidad, la apertura, etc.

Cualquiera advertirá que, fomentando estas virtudes entre sus miembros, cualquier empresa funcionará muy bien.

Autor: Ricardo Crespo - Profesor de Economía del IAE