EL ACADÉMICO COMO MENTOR PROFESIONAL

EL ACADÉMICO COMO MENTOR PROFESIONAL

A modo de introducción


Dice el célebre científico Howard Gardner (profesor de Harvard, creador de la teoría de las inteligencias múltiples), que “las malas personas no pueden ser profesionales excelentes, no llegan a serlo nunca. Tal vez tengan pericia técnica, pero no son excelentes” (Gardner, 2016).
El mentoring es una disciplina orientada al desarrollo integral de las personas; y aunque abarca múltiples áreas, se habla mucho más de la profesional, debido a la integralidad requerida por esta para un desempeño efectivo, y a su impacto social.
Los profesionales de esta disciplina son los mentores: término cuyo origen se remonta a la antigüedad mitológica griega, y cuya aplicación práctica se expresa en un amplio espectro funcional y aspira al logro de resultados en diversos ámbitos.
A mi juicio, estos resultados son resumibles en tres categorías generales muy abarcadoras (personal, laboral/profesional y social), e incluyen un cuarto ámbito: la integración sistémica entre ellas. Dicha división categorial es solo una convención, aplicable a efectos de estudio, investigación, y comunicacionales: no es objetivamente posible, práctico ni viable, segregarlas (Estrada, 2019, p. 36 y siguientes).
La Guía Funcional del Mentor, de la RGMentores, describe a los mentores como esas personas que, ‘’con base en su propia experiencia, saben que el cambio es actuado, y que el presente revierte el pasado, al mismo tiempo que el presente allana el camino del futuro, y por ello deciden ayudar, guiar e iluminar el camino de otros, desde lo profesional, formativo y personal para alimentar el conocimiento y promover la acción por comprensión’’ (www.rgmentores.org)


Desde el alcance y las implicaciones de esta definición, es fácil notar la congruencia entre las esencias de la mentoría y las que definen a la labor académica, enfocada a la formación y el desarrollo más integral posible de los profesionales universitarios en Grado y Postgrado; su impacto debe permitirles insertarse de forma productiva, humanamente armónica, contextualmente pertinente y socialmente útil en la sociedad a la que prestarán o ya prestan servicios, sea cual sea la actividad, el modelo productivo y la modalidad contractual a que se acojan.
Esto implica que los académicos, como mentores, formadores y desarrolladores profesionales, deben ser agentes conscientes y dedicados de la transformación personal y profesional inmanente al proceso de inserción o continuidad laboral de los estudiantes: entre otros roles, deben fungir como entrenadores, modelos/guías, asesores académicos, consejeros, diagnosticadores/evaluadores, motivadores/estimuladores, y asesores de marca personal para sus estudiantes. Todos ellos -y otros- son roles inherentes al desempeño efectivo de un mentor profesional en esta nueva época.


El presente artículo presenta brevemente un enfoque sobre este tema.
La academia y el académico
La universidad, entendida como un sistema de procesos, relaciones y funciones académicas cuya salida es el aporte de valor de utilidad social, es el escenario natural de actuación del académico. Su actividad profesional es definida, descrita, desarrollada y gestionada, a través de las funciones sustantivas de la educación universitaria (Fabre, 2005). Estas son: investigación, docencia y extensión, y constituyen un sistema (Trejos y Ayala, 2018, pp. 99/106). Una mirada reciente a ellas es propuesta por Estrada (2020) en su artículo Resumen conceptual sobre las funciones sustantivas de la educación universitaria.
Una universidad es tan fuerte o tan débil como su cuerpo docente. Por ser una institución de servicio a la sociedad, esta noción debe definir la misión y los actos de quienes son lo que ella es, hacen lo que ella hace y logran lo que ella logra: los académicos.
El estudiante universitario
Constituye la materia prima principal del cumplimiento de la misión institucional de la academia y del desempeño profesional de los académicos. Las universidades acogen estudiantes en el nivel de Grado (ingeniería, licenciatura) y el de Postgrado (generalmente, especialidad, maestría y doctorado, lo cual puede variar según estructuras y regulaciones nacionales o regionales); y también incorporan la Educación Continuada o Permanente.


Grado
El estudiante de grado acude a recibir herramientas esenciales para insertarse al mundo del trabajo: conocimientos y habilidades (entre ellas, la de gestionar conocimiento). En un contexto académico favorable, también refuerza sus mejores valores y aprende a expresarlos profesionalmente en actitudes y conductas acordes a su perfil de formación y a los requerimientos de la sociedad. Además, debería recibir herramientas que le permitan acceder al mercado laboral con mayores y mejores probabilidades de éxito desde su marca personal: cómo hacer personal branding desde la universidad (Estrada, 2018), o sea, desde el aula y hacia el entorno (Roa, 2018); lo cual, lamentablemente, no está sucediendo al nivel requerido (Recolons, 2014) siendo cada vez más necesario (Estrada, 2015). Todo lo expuesto requiere mentoría profesional.
Postgrado
El estudiante de Postgrado acude a la Universidad -idealmente- en busca de preparación superior a la que posee, aumento de su pertinencia y potenciación de su competitividad profesional, enfocadas al entorno siempre cambiante en que vive -cambio de época, mundo VUCA, y ahora, COVID 19-. Y ello incluye, por supuesto, saber gestionar la marca personal que ya es (Estrada, 2016) y mejorar su posicionamiento en el mercado laboral (Estrada, 2019). Igualmente, todo lo aquí buscado requiere mentoría profesional.
Veamos muy brevemente siete roles del académico en su dimensión y función de mentor, pertinentes a ambos niveles de la educación universitaria.


ROLES DEL ACADÉMICO COMO MENTOR PROFESIONAL
Entrenador. Entrenar implica una actuación desarrolladora en términos de competencias profesionales. En una mirada simple y primaria, al académico “se le paga para eso”; la verdad de su misión abarca un espectro mucho más amplio, pero debe, necesariamente, partir de ahí. Porque, además, todo lo restante se basará en lo que el estudiante sepa y sepa hacer: y para ello debe ser entrenado.
Modelo y guía. La unión entre estos dos roles deriva de sus naturalezas y la conexión entre ellas: el académico debe ser capaz de modelar para el estudiante con modestia y humildad (incluyendo ambas dimensiones), todo o parte de lo que aspira a que aquel desarrolle en diversos sentidos; y al mismo tiempo, debe guiar sus esfuerzos para materializar ese modelo, todo ello como mentor.
Asesor académico. El proceso de asesoría en este ámbito requiere y debe incluir la orientación personalizada de índole curricular y extracurricular, en áreas como el estudio, la investigación, la producción intelectual, la práctica preprofesional, y la implementación de técnicas para la mejora continua en estas y otras áreas que lo demanden.  En el ámbito universitario, dichas actividades forman parte de la mentoría profesional a desarrollar por los académicos.


Consejero. El estudiante universitario suele verse abocado a situaciones de alta complejidad en muchos temas, y requiere consejo experimentado y especializado para poder tomar las mejores decisiones y luego implementarlas. Por su función educativa y orientadora, su conocimiento, su experiencia, y su responsabilidad institucional y personal, el académico puede y debe ser el mejor consejero, como parte de su función de mentor.
Diagnosticador y evaluador. El avance de los estudiantes universitarios debe ser diagnosticado y evaluado sistemáticamente, en función de las brechas identificadas al inicio de la mentoría y en las diferentes etapas del proceso. Los resultados de estas evaluaciones diagnósticas serán la base para establecer los objetivos de la siguiente etapa; y corresponde al académico conducir las tres actividades, en su rol de mentor.
Motivador y estimulador. Motivar no es dar ánimo, motivar es dar motivos (Alcántara, 2017); y las personas nos movemos con base en los motivos que emergen como potenciales satisfactores de nuestras necesidades (Estrada, 2018, p. 42/46). En el ámbito aquí tratado, estimular es ofrecer el impulso necesario para convertir motivos -lo que nos mueve- en realidades -lo que logramos-. Nadie mejor que un académico como mentor profesional para descubrir, despertar o hacer nacer en sus estudiantes los motivos más adecuados para cada uno de ellos, y estimularlos en pos de su materialización.
Asesor de marca personal. “Para un estudiante, aprender a gestionar su marca personal desde la propia aula en que se está formando es una ventaja comparativa muy importante, que puede transformar posteriormente en gran ventaja competitiva en términos de posicionamiento de mercado, empleo y/o emprendimiento” (Estrada, 2018). Las características y los requerimientos competenciales tan específicos y multitemáticos de esta tarea, requieren obligatoriamente asesoría profesional, que solo puede ser aportada por los académicos en su rol de mentores de sus estudiantes.


Conclusiones
La noción del académico como mentor fluye a través de su desempeño de las funciones sustantivas de la educación universitaria. En cada una de ellas, y/o en sus conexiones, resultan aplicables los roles del mentoring que definen al académico como entrenador, modelo/guía, asesor académico, consejero, diagnosticador/evaluador, motivador/estimulador y asesor de marca personal de sus estudiantes.
El ejercicio profesional del mentoring por parte de los académicos requiere de ellos una preparación muy seria, para evitar la espontaneidad y reducir los márgenes de error en las intervenciones. Mentorizar a estudiantes universitarios amerita una gestión consciente del proceso, que incluya la integración sistémica de los roles antes tratados, y otros que serán abordados posteriormente.